Behavioral Design, Políticas públicas.
¿Cómo impactan nuestros sesgos y emociones en las políticas públicas?
Las políticas públicas tienen como objetivo regular y mejorar el bienestar social. Para lograrlo, las ciencias del comportamiento se han convertido en una herramienta clave.
Las ciencias del comportamiento nos ayudan a analizar el impacto de las políticas actuales y valorar si realmente están siendo eficaces o existen barreras conductuales que alejan el objetivo. También nos proporcionan herramientas y metodologías científicas para ayudar a cambiar ciertos comportamientos de los ciudadanos para conseguir un mayor bienestar colectivo.
¿Qué son los Nudges?
En 2008, Thaler y Sunstein acuñaron el término nudge dentro de la economía conductual. Se trata de pequeños cambios en el diseño de las decisiones para modificar el comportamiento de las personas de manera predecible. Es decir, un nudge es un “empujón suave” que guía a las personas hacia decisiones que son mejores para ellas, respetando siempre su libertad de elección.
Se trata de ayudar a que sea más fácil realizar ese cambio que le beneficiará en su bienestar, sin coartar su poder de decisión, manipular o prohibir opciones. Por ejemplo, si queremos fomentar la comida más saludable en un entorno laboral, colocar bandejas de frutas apetecibles en una mesa cercana a la máquina de vending puede incrementar en consumo de esta y descender la de comida basura. No se le prohíbe otros tipos de snacks, ni se castiga. Solo se facilita el acceso a una opción más saludable.

Otro concepto utilizado en políticas públicas sería el concepto de sludges, lo opuesto a un nudge. Los sludges son fricciones innecesarias o barreras que dificultan tomar decisiones que nos beneficien. Si hacemos un análisis de qué sludges existen en un programa de políticas públicas e intentamos reducir su impacto, facilitaremos la toma de decisión a los ciudadanos.
¿Qué sesgos o técnicas conductuales podemos aplicar en políticas públicas?
Gracias a la economía conductual, hoy contamos con múltiples herramientas para diseñar políticas más efectivas. En este post vamos a analizar algunos los sesgos más comunes y cómo podemos intervenir conductualmente para mejorar la toma de decisiones públicas:

Efecto encuadre o framing
La forma de presentar una información afecta profundamente a cómo se interpreta. En áreas de políticas públicas, a menudo, se utilizan enfoques coercitivos o negativos para provocar un cambio de conducta en el ciudadano.
Por ejemplo, para fomentar el ahorro energético, podemos comunicar el mensaje de dos maneras distintas:
- Framing negativo: “Si no reduces tu consumo, estás dañando el planeta.”
- Framing positivo: “Reduciendo tu consumo, ayudas al medio ambiente y ahorras dinero.”
Ambos comunican lo mismo, pero el segundo suele ser más efectivo porque se enfoca en los beneficios. Enmarcar los mensajes desde lo que se puede ganar, en lugar de lo que se pierde, puede generar mayor compromiso y menor rechazo.
Sesgo del status quo
Preferimos las situaciones conocidas. Muchas veces evitamos cambiar, incluso cuando el cambio podría beneficiarnos. Nuestra aversión a la pérdida hace que prefiramos no cambiar de comportamiento por miedo a que sea peor, sobre todo cuando estamos tomando decisiones que afectan a un futuro lejano y no somos capaces de ver el beneficio inmediato.
La buena noticia es que esta inercia puede utilizarse también a favor. Por ejemplo, en los sistemas de donación de órganos, aquellos países donde las personas son donantes por defecto (a menos que digan lo contrario) presentan tasas de donación mucho más altas. Países como Alemania, donde la opción por defecto es no ser donante, la tasa de donación es significativamente más baja. El simple hecho de cambiar la opción predefinida transforma los resultados, respetando la libertad de elección.
Efecto arrastre
Somos muy influenciables a lo que hagan los demás, ya que compararnos con el grupo nos ayuda a tomar decisiones. Varios estudios demuestran que los mensajes que apelan a la norma social pueden funcionar mejor que aquellos que recurren al castigo en temas como el ahorro energético o el pago de impuestos.
Por ejemplo, en lugar de informar cuántos kilovatios consumes en tu factura de la luz, mensajes como “tu consumo es más alto que el de tus vecinos” o “más bajo que la media de tu barrio” pueden motivar a reducir el consumo de manera inconsciente. Es un nudge que apela a nuestro deseo de pertenencia sin imponer obligaciones.
Sesgo de disponibilidad mental
La rutina y la sobrecarga mental diaria pueden hacernos olvidar acciones que podrían ayudar a mejorar nuestra vida o la de los demás. Los recordatorios simples pueden tener un impacto enorme, ya que vuelve a poner en nuestra mente aquello que necesitamos hacer.
Un simple recordatorio puede ayudar a mejorar muchos tipos de comportamientos. En Bélgica, se redujo el número de personas que pagaban con retraso sus impuestos a través de recordatorios con mensajes conductuales. En Kenia, enviar recordatorios semanales por SMS a pacientes con VIH aumentó la adherencia al tratamiento del 40 % al 53 %. No se cambió el tratamiento, solo se facilitó que estuviera más presente en su día a día.
Sesgo de compromiso y coherencia
Cuando nos comprometemos públicamente a hacer algo, queremos mantener esa coherencia con nosotros mismos y nos ayuda a paliar la inercia o pereza.
En programas para promover la actividad física, las personas que escribieron cuándo y cómo harían ejercicio, y lo compartieron públicamente, fueron más propensas a cumplirlo. Un pequeño compromiso puede marcar una gran diferencia.
Incentivos intrínsecos (más allá del dinero)
Los incentivos económicos son una técnica muy utilizada en políticas públicas para promover cambios de comportamientos en las personas. Este recurso puede ayudar al cambio, pero también puede ser contraproducente si desplaza las motivaciones internas (efecto que se denomina crowding out).
Por ejemplo, varios estudios demuestran que cuando se paga a personas por donar sangre las donaciones disminuyen. Pasa de ser un acto altruista y desinteresado a ser un intercambio económico. Y cuando se cambia la norma social por la económica, las motivaciones también cambian.
Un buen economista de la conducta tiene que manejar muy bien los incentivos para conseguir el cambio de conducta deseada. Por ejemplo, en educación, los incentivos económicos funcionan muy bien a corto plazo pero no en el largo, con lo que habría que buscar maneras de activar al mismo tiempo la motivación personal para conseguir efectos duraderos.
Facilidad cognitiva
Cuanto más simple y claro es un mensaje, más fácil resulta actuar. Esto es crucial sobre todo en contextos vulnerables.
Por ejemplo, en Ciudad de México se realizó una intervención en el que se invitaba a personas de bajos ingresos a analizar diferentes productos financieros y elegir el más rentable para ellos. Se les proporcionaba las descripciones de los bancos por un lado y un resumen más claro y sencillo por el otro. Cuando se usaba un lenguaje claro y simplificado para explicar productos financieros, el número de personas que eligió correctamente el préstamo más barato aumentó del 39 % al 68 %.
Desafíos en la aplicación de la economía conductual en las políticas públicas
Aunque actualmente se ha comprobado científicamente que la aplicación de ciertos nudges mejora la implantación de políticas públicas, se trata de un proceso complejo y difícil de desarrollar. Estamos tratando con personas, a las que les influyen las emociones, sesgos, aspectos culturales o sus experiencias pasadas previas. Algunos desafíos que nos encontramos serían:
- Se puede intervenir y medir el éxito de una intervención a corto plazo, pero realizar cambios a largo plazo es complejo. Influyen multitud de factores para conseguir que un cambio conductual se prolongue en el tiempo.
- Muchos de los experimentos científicos se realizan en entornos controlados y con muestras pequeñas. Cuando se implementan a gran escala, los resultados pueden ser menos predecibles.
- No se trata solo de sesgos. Hay que tener en cuenta y actuar en otros ámbitos. En los últimos años se están desarrollando marcos de intervención que actúan no solo a nivel individual, sino también a nivel macroeconómico, social o cultural o analizando también cómo impacta la regulación o el entramado institucional del país.

Casos prácticos de aplicación en políticas públicas
Incentivar el ahorro para la jubilación
Sabemos que tenemos que ahorrar para el futuro, pero nuestro sesgo del presente nos hace priorizar los beneficios inmediatos frente a los futuros. Nuestro sesgo de status quo también nos hace no movilizarnos y mantenernos en nuestra situación actual.
Para combatir estos efectos, se han realizado varias propuestas exitosas:
- Cambiar la inscripción voluntaria a una inscripción automática en un plan de pensiones es una manera eficaz de combatir ese sesgo de status quo. En Reino Unido se empezó a implementar en 2012 y consiguió incrementar de un 61% a un 83% los planes de pensiones. Este nudge se ha implementado en varios países, resultando ser muy eficaz.
- Por su parte, Richard Thaler y Shlomo Benartzi desarrollaron el programa “Save more tomorrow” en Estados Unidos. El programa consistía en una solución simple: en lugar de pedir a las personas que empezaran a ahorrar más hoy, se les proponía comprometerse a aumentar sus aportaciones cada vez que tuvieran un aumento de sueldo. Este pequeño cambio consiguió que miles de personas mejoraran sus hábitos de ahorro.
Aislamiento de buhardillas en Reino Unido
En Reino Unido, el gobierno ofreció subvenciones (incentivos económicos) para aislar buhardillas y mejorar así la eficiencia energética, pero la medida tuvo poco impacto. La razón era que estaban llenas de objetos y vaciarlas suponía un esfuerzo. El esfuerzo físico y mental de limpiarlas pesaba más que el económico.
Se intentaron otros enfoques, como usar el efecto arrastre (ofrecer un descuento por cada vecino que también se uniera), pero tampoco funcionó. Se percibía intrusivo y molesto. Finalmente, se optó por algo más simple: ofrecer un servicio de limpieza previa. El resultado fue que se triplicaron las solicitudes.
Este caso demuestra que, a veces, eliminar una barrera práctica es más efectivo que ofrecer dinero o incentivos sociales.
La economía conductual ofrece una nueva forma de diseñar políticas públicas: más humanas, eficaces y respetando la libertad individual. No se trata solo de entender qué funciona, sino de cómo y por qué las personas toman decisiones. Aplicar este conocimiento con sensibilidad, ética y rigor puede marcar la diferencia entre una política bien intencionada y una verdaderamente transformadora.
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